ESCASEZ DE INSUMOS PARA MORIR


Prologo

 Daniela vive en un pequeño poblado en medio de vaya a saber uno qué país, en una época en la que aún no existían vehículos motorizados, calles de asfalto, calculadoras o redes de energía eléctrica, de agua, gas o cloacas. Su pueblo se encontraba en medio de una gran llanura sin el menor rastro de desniveles geográficos. No había ríos, arroyos o lagos de relevancia. Los arboles eran pequeños y de troncos y ramas delgados, tanto que no podían soportar el peso de los niños que como entretenimiento intentaban treparlos para arrancar sus ramas y usarlas como espadas.

Primero

 Javier se encontraba con la tierra a la altura de la cintura, metiendo y sacando la pala para aumentar la profundidad del pozo mientras su compañero colocaba pequeños troncos de madera en forma cilíndrica para contener la tierra.
 Estaban haciendo un pozo para extraer agua, como los otros cuatro que había en el poblado y abastecían la demanda de casi toda la población. Debían cavar hasta encontrar el preciado líquido y esa profundidad variaba en los otros pozos desde los cuatro metros hasta los siete. El pozo tendría unos dos metros de diámetro y su perímetro estaría conformado por muros de troncos apilados, uno encima del otro, con el objetivo de contener cualquier desmoronamiento de tierra actual o futuro.
A cuanto dices que estará el agua Javi?decía Pedro en tono entusiasta
No sé, espero que poco, ojala saliera agua ahora mismo y pudiésemos tomarla desde acá.
Yo digo que recién vamos a encontrarla a los diez metros. Será el pozo más profundo jamás visto por todos!
 Daniela los miraba desde la galería con techo de paja. Se preguntaba desde hacía minutos si uno de esos muchachos podría quitarle la vida de un palazo en la cabeza, o podría romperle el cuello usando solo sus brazos ¿Accederían ellos ante semejante petitorio?
 Lo único de lo que ella había estado segura en sus diez y seis años de vida, había sido una cosa, y es que quería morir. Morir lo antes posible, ya no le interesaba si eso ocurría con o sin dolor en el proceso. Ya no soportaba más el tedio a la que la vida la sometía en medio de tardes calurosas, noches heladas, o mañanas neblinosas sin una pizca de movimiento ni variación de un día al otro. Su vida consistía en un eterno déjà vu, sentía que todo lo que tenía por vivir ya había sido vivido, y por ende, todo lo que viniera seria exactamente igual.

Segundo

 Julia miraba a su hermana mientras ataba diferentes cuerdas entre sí para formar una red lo suficientemente grande como para atrapar muchos de los renacuajos que aparecen cuando las lluvias de primavera empantanan casi todo lo conocido.
 En esas semanas, quince centímetros de agua tapan cualquier cosa que esté apoyada en el suelo. Aparecen todo tipo de insectos y animales que desaparecen tan rápido como el agua de lluvia.
 Pero este año Julia no se las haría tan fácil, estaba determinada a desarrollar su propia granja de renacuajos, sin saber qué utilidad podría darles o que servicio podrían prestarle más que ver el espectáculo del nado de cientos de estos especímenes en un estanque de agua que quien sabe cuánto duraría sin que se lo tomen los perros.
¿Sigues sintiéndote mal Dani? cortó el silencio la hermana más pequeñaYo creo que tendrías que probar de hacer cosas nuevas para que los días no se te hagan tan aburridos, en vez de quedarte siempre sentada, pensando en lo triste que estas, solo para sentirte más triste aun.
 La hermana mayor apenas y la miró de reojo, su respuesta fue un silencio obvio. Un cansancio intelectual. Daniela ya estaba agotada de hacer entender a su hermana que no era una inútil que no había pensado en las soluciones más obvias para sus problemas existenciales ¿Cómo no iba a ocurrírsele probar hacer cosas diferentes? ¿Tan idiota la consideraba Julia para creer que no se le había ocurrido eso?
 Desde la puerta abierta ambas logran ver la llegada de los hermanos Javier y Pedro, que el día anterior habían preparado todo para comenzar a excavar el pozo hoy. Habían marcado el círculo que haría de perímetro, habían sacado toda la maleza de ese lugar, y habían trasladado enormes cantidades de pequeños troncos para apilar y trabar los bordes del futuro túnel vertical.
 Pedro miro con una sonrisa infantil a Julia que desvió la vista en señal de incomodidad. Daniela no soportó el fastidio más que unos segundos y se fue a recostar a una hamaca a cien pasos de distancia de su casa, que había atado ella misma hacía semanas para intentar infructuosamente aquello que Julia le había recomendado tantas veces como hoy. Probar cosas nuevas.

Tercero

 Ya había intentado y pensado en todo. Caerse de cabeza accidentalmente entre una pila de leña, ahogarse en quince centímetros de agua, subirse a uno de los raquíticos árboles y caer lo más desprolija posible cuando una de esas ramas ya no aguante su peso. Anteayer había hecho el último de los intentos, poner la roca más grande que podía levantar sobre dos ramas de árbol que se cruzaban, luego golpear el árbol con la escoba y esperar que la caída de la roca golpeara en su cabeza. Todo ocurrió de acuerdo a sus planes, solo que ella no conto con que la capacidad de una roca del tamaño de un melón en una caída de medio metro no alcanzaría para acabar con su vida, sino más bien para producirle un gran chichón en su cabeza. No podía ahogarse, no podía golpearse, ni tampoco podía caerse con suficiente violencia para obtener el resultado que anhelaba.
 Si ya el tedio la había vuelto medio loca, ahora la imposibilidad de morir estaba encargándose de realizar la otra mitad.
 Pero hoy sería complicado. Ayer comenzaron las lluvias de primavera y la visibilidad estaba reducida a solo un puñado de metros debido a la densidad y cantidad de gotas que caían de manera constante. Nadie salía de su casa, caminar en la llanura pantanosa era no solo incomodo, sino peligroso y Daniela se resignaba a mirar desde las rendijas que se forman entre los troncos que hacen las veces de paredes de su vivienda.
 El pozo había sido terminado por los hermanos hacía tres dias, habían cavado doce metros para llegar a encontrar agua. Mirar ese trabajo le daba algo de tranquilidad, su hermanita tendría agua a solo unos pasos para siempre. Basto con que algún pensamiento positivo atraviese su cabeza para ser rápidamente interrumpido, casi por una invocación.
Dani ¿Viste la red que estuve tejiendo todos estos días? Apenas comenzó la lluvia salí corriendo a ayudar a Pedro a guardar sus herramientas y deje la red en el jardín desplegada y atada a rocas para que no se mueva ¿Vos decís que el agua podría llevársela?
 Daniela no emitió sonido alguno, solo se dignó a negar con un breve y lento movimiento de cabeza.
 Rápidamente volvió a sus divagaciones personales ¿Era buena idea lo que le había insinuado su hermana días atrás? A ella jamás se le había ocurrido ir más allá de la llanura, dicen que ésta termina y comienzan a aparecer ondulaciones, grandes acumulaciones de árboles mucho más altos y gordos de los que jamás haya visto y montículos de tierra y piedras que llegan hasta el cielo. No era una mala idea. Si ha de morir, lo haría probando ¨cosas nuevas¨ como tantas veces le había insinuado su hermana y tan obvio le había parecido.
 Ella pensaba en estas cosas mientras perdía su mirada en el exterior lluvioso. El pozo estaba totalmente inundado, los muros que debía impedir que cualquiera cayera por el aun no estaban hechos y el agua del mismo se fusionaba con el agua estancada en el suelo, impidiendo distinguir el piso transitable del cráter de doce metros de profundidad. Pero en medio del caos de gotas cayendo de forma aleatoria en el suelo ella lo vio, el lomo de una cuerda se asomaba en el agua, era la misma con la que su hermana había estado semanas atacando y tejiendo para formar la gran red de caza de renacuajos.
 Daniela salió en su búsqueda, caminó a paso firme pero reflexivo hasta la cuerda y la levantó. No se equivocaba. La red era tal y como la recordaba, nudos prolijos, romboidales y heterogéneos, en algunos no podría meter ni un mechón de cabello y en otros entraba la mano entera. Rocas más grandes y pesadas de lo que recordaba estaban atadas por doquier, aun así, una fuerza desconocida le permitía levantarla pese al tremendo esfuerzo que le demandaba.
 Ella estaba ahí, empapada en su totalidad, con una parte de la red en cada mano y el resto desparramado en el suelo inundado del jardín de su casa. Después de unos segundos en un estado de trance, volvió en sí, vio con toda claridad su objetivo y comenzó a seguirlo. Caminó dando vueltas sobre sus pies y vistiéndose con la red de Julia. Atravesó la misma con las manos, piernas y hasta con el cuello, imitando una danza infantil e inocente en dirección a la masa de agua marrón imperturbable que tenía enfrente.
 No fueron muchos los pasos que dio envuelta en la artesanía de su hermana hasta desaparecer tragada por el agua.

Ultimo

 Pedro y Julia estaban sentados en la galería que tantos años compartieron. Ella contemplaba el horizonte con ojos vidriosos rodeados de profundas cuencas arrugadas.
¿Estás pensando en ella?preguntó Pedro siempre pensás en ella cuando se aproximan las lluvias de primavera.
Pienso que habrá sido de su vida, si habrá encontrado la felicidad más allá de la llanura. Me hubiese gustado tanto despedirla. Estoy segura que tomo la decisión de marcharse cuando nadie la veía para no armar alboroto.
Quizás algún día regrese, o uno de sus hijos, o los hijos de sus hijos, quien te dice que no veras a sus nietos jugando con los nuestros él se caracterizaba por pensar siempre en positivo.
Estoy segura de que pasará. Aunque me gustaría estar viva para presenciarlo respondió Julia mientras sorbía un poco de agua recién sacada del pozo.

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Inicio de blog literario!

EL OCASO - Relato corto